viernes, 23 de noviembre de 2012

En Borges se encuentra......


1) El tópico del laberinto. El hecho de que el laberinto sea una constante en la obra de Borges se debe a que responde a una cosmovisión. El ser humano no puede residir en el caos, en el desorden, erige un orden, una lógica, una racionalidad; además, construye, intentando siempre explicar el mundo, lenguajes, culturas, religiones, sistemas políticos, doctrinas filosóficas, libros, enciclopedias, que, con la evolución de la humanidad, se han convertido en verdaderos laberintos lingüísticos, históricos, culturales, sociológicos. 

2) Caos y laberinto. Domina en Borges la cosmovisión de que la vida, con su torbellino, heterogeneidad y simultaneidad de acontecimientos, es caótica y dentro de ese caos, el hombre se siente perdido como en un laberinto. Al caos que plantea la creación original, sin tiempo lineal ni límites ni orden ni lógica ni cronología, y que el sujeto interpreta como laberinto, opone el sujeto la creación de un orden racional, un mundo lógico. Intenta, así, intelectualizar el desorden genuino y construye verdaderos laberintos mentales que pretenden explicar el misterio del universo: el caos primordial.

La imposibilidad de comprender e interpretar correctamente desde la perspectiva humana las leyes de la creación divina se debe, imagina el narrador borgeano, a que el universo fue creado o por un dios tan caótico como su creación o por un dios que ha olvidado su creación. En otras palabras, para entender el laberíntico y caótico universo en que estamos metidos no basta la idea de dios, ya que éste puede resultar imperfecto, ausente, disparatado, senil, irracional: "los dioses ... han muerto", "los dioses ... estaban locos" ("El inmortal", p. 537), "quizá yo he creado las estrellas y el sol y la enorme casa, pero ya no me acuerdo." ("La casa de Asterión", p. 570).

En  "El inmortal", la ciudad de los dioses constituye el desatino mismo, una construc-ción atroz e insensata. Los dioses han deshecho el orden racional, la estructura lógica, la ilusión de mundo armónico; en su lugar, han erigido algo ilegible, que representa el retorno al comienzo, a la condición bestial. Al hombre sólo le corresponde contemplar y no comprender.

3) Laberinto literario. En la obra de Borges, el tópico del laberinto no es sólo una imagen de ficción, apunta a un conflicto vital profundo. Se convierte, de este modo, en el tema más significativo de su obra; y en la mayoría de sus cuentos, poemas o ensayos lo encontramos bajo variadas formas.
Laberintos como construcciones en el espacio o en el tiempo, como forma de la realidad o de la mente, como hechos o alegorías.
Hay cuentos elaborados como laberintos: cuentos dentro de cuentos, cuentos que parecen autónomos, pero que forman parte de un laberinto mayor.
En "Abenjacán el Bojarí, muerto en su laberinto", se encuentran dos personajes: Dunraven y Unwin que conversan sobre el Minotauro y complementan, así, "La casa de Asterión".

La estructura laberíntica de la obra borgeana se traduce en que ésta propone un enigma, necesario de resolver para alcanzar el sentido total.
Sus relatos son verdaderas perífrasis que, como un rodeo, hablan en torno a las cosas, pero no pueden las palabras enunciarlas directamente; pues el lenguaje no alcanzaría a revelar esa verdad profunda que ha tocado sutilmente le corazón del que habla y que, como es una verdad personal, resulta intraducible para el otro: lector, interlocutor.
 Superar la construcción laberíntica, permitiría al personaje, y también al lector-interlocutor, alcanzar la salida salvadora, acceder a la solución del enigma planteado.

4) Dioses y hombres: Inmortales y mortales. Para Borges, es imposible penetrar en el orden divino al no contar el ser humano, imperfecto por naturaleza, con las estructuras o los esquemas que lo habiliten en el desciframiento de los códigos de origen divino. El vivir resulta "un conjunto caótico y arbitrario en el que predominan las notas del desorden y el azar, la pesadilla, la irracionalidad y la locura, la soledad y el desamparo del hombre." (Barrenechea, Ana María, p. 64).

En "El inmortal", se recrea la desilusión de los inmortales frente a la falacia de toda fabricación humana. La Ciudad de los Inmortales, rica en construcciones equilibradamente repartidas: arcos, palacios, templos, anfiteatros, fue asolada y derribada por sus moradores. Con sus ruinas edificaron el laberinto y el palacio atroz e insensato, el desatino donde impera el caos y que simboliza el universo.
Es templo de los dioses, pero de dioses irracionales que comandan el mundo. Ellos son los impenetrables, pues nada sabemos de estos dioses, salvo que son distintos del hombre: "Con las reliquias de su ruina erigieron, en el mismo lugar, la desatinada ciudad que yo recorrí: suerte de parodia o reverso ..." (p. 540).

5) Concepción dual: Anverso y reverso de una misma realidad. A la metafísica de sus ficciones, une el escritor tradiciones folclóricas y literarias acerca de la creencia en el doble o en la identidad del traidor y el héroe, del sacrificador y el sacrificado, del acusador y el acusado, del victimario y la víctima.


6) Mundo circular
. Una idea reiterada por el creador es la del mundo circular, donde el transitar del tiempo no tiene punto de partida ni meta: "En el corazón de la hoguera, entre la ceniza, perduró casi intacto el libro duodécimo de la Civitas Dei, que narra que Platón enseñó en Atenas que, al cabo de los siglos, todas las cosas recuperarán su estado anterior, y él, en Atenas, ante el mismo auditorio, de nuevo enseñará esa doctrina ...
Un siglo después, Aureliano, coadjutor de Aquilea, supo que a orillas del Danubio la novísima secta de los monótonos (llamados también anulares) profesaba que la historia es un círculo y que nada es que no haya sido y que no será." ("Los teólogos", p. 550).

Esta imagen de mundo se fundamenta en dos teorías: la del doble y la del anverso-reverso de una misma moneda. Ambas constituyen una transgresión a la línea temporal y la superan ampliamente. La consecuencia directa de esta concepción es la eliminación de la identidad, la pérdida de la individualidad de las personas que, así, resultan ser pura apariencia: "cualquier hombre es un rasgo de ese rostro único que los contiene a todos: Judas puede ser Jesús." (Alazraki, Jaime, p. 82).

7) De la duda a la ambigüedad y viceversa. Borges practica la indeterminación a nivel de escritura y no elabora la materia literaria como reflejo fiel de la realidad.
Trabaja con la técnica de la duda sistemática que deja en suspenso y perplejo al lector. Sus relatos recrean un espacio donde domina la ambigüedad que abre el texto a diversas posibilidades de lectura e interpretación: "A unos trescientos o cuatrocientos metros de la Pirámide me incliné, tomé un puñado de arena, lo dejé caer silenciosamente un poco más lejos y dije en voz baja: 'Estoy modificando el Sahara'.
 El hecho era mínimo. pero las no ingeniosas palabras eran exactas y pensé que había sido necesaria toda mi vida para que yo pudiera decirlas..." ("El desierto", en Atlas, p. 445).

8) El carácter ilusorio de la realidad.

En sus textos, Borges provoca vasos comunicantes entre realidad y ficción:
 
Sus personajes se transforman en lectores y los lectores en personajes. Adolfo Bioy Casares, Emir Rodríguez Monegal, sus amigos en la realidad, se incorporan como personajes de sus cuentos.
 
El mismo Borges es autor, narrador y personaje.

En el plano de lo literario donde la ficción cobra realidad, Borges habla de crear una nueva realidad, un relato fantástico. Entonces, el plano de la ficción primera en el que transitan seres reales: Borges, por ejemplo, se transforma en material de la segunda ficción.

9) Creaturas borgeanas. Los personajes singulares de Borges no poseen un espacio físico concreto, limitado de tiempo y espacio. Los hechos que le ocurren a cada uno en particular se repiten infinitamente en cada hombre, en cada mujer, que le antecede o que le sucederá en el transitar cíclico del mundo.
Dioses y hombres que juegan a ser dioses determinan el destino de cada ser, pero no lo obligan de antemano a seguirlo; dejan que el sujeto decida por sí mismo y haga coincidir su existencia con el destino prefijado.

10) Memoria colectiva. La creencia en una forma de memoria colectiva implica que Borges creador manifieste que cada hombre, más que inventar originalmente las cosas, las saca de dicha fuente y las reproduce, reordena, reorganiza, rehace, revela y devela desde su perspectiva personal: "Todas las obras son obras de un hombre intemporal y anónimo."
Borges recrea el mito clásico del Minotauro y propone una interpretación más profunda de éste, en el sentido de que todo hombre se siente perdido en el mundo como si estuviera en un laberinto. Es decir, la construcción del laberinto resulta símbolo de la estructura del mundo. Dicho espacio adquiere, entonces, un sentido metafísico, pues se transforma en metáfora del universo.


11) Transgresión del tiempo y del espacio. Postula Borges que en la identidad de dos procesos repetidos, se anulan el tiempo y el Yo.
Es lo que le ocurre a Tadeo Isidoro Cruz cuando se proyecta, en el instante de la revelación de su destino, en su padre y en Martín Fierro, encarnando la teoría del doble: "comprendió que el otro era él" ("Bio-grafía de Tadeo Isidoro Cruz", p. 563).
El trasfondo atemporal y aespacial posibilita aunar en un mismo punto a dos personas de edades y tiempos diferentes: "Un solo hombre inmortal es todos los hombres": dios, héroe, filósofo, demonio, mundo, "lo cual es una fatigosa manera de decir que no soy" ("El inmortal", p. 541).

Desde la perspectiva singular de la individualidad, el simulacro del tiempo y del espacio se configura como soporte engañoso que pretende darle consistencia a los hechos de la vida diaria: "Negar la sucesión temporal, negar el yo, negar el universo astronómico, son desesperaciones aparentes y consuelos secretos ...
El tiempo es la substancia de que estoy hecho. El tiempo es un río que me arrebata, pero yo soy el río; es un tigre que me destroza, pero yo soy el tigre; es un fuego que me consume, pero yo soy el fuego. El mundo, desgraciadamente, es real; yo, desgraciadamente, soy Borges." ("Nueva refutación del tiempo", en Otras inquisiciones, p.771),

12) Violencia. En las dos formas de manifestarse la violencia, el personaje forja su propia muerte o elabora el asesinato de otro, lo que persigue es liberarse del engaño en que vive. Mata o muere para salir del laberinto y entender el sentido de su existencia.
De esta forma, trasciende la violencia, al hacer de ella un medio que le permita superar su enajenación o su alteridad. El suicidio o el asesinato no derrota o no anula al personaje; lo transforma en un acto supremo que se convierte en el fundamento que sostiene para siempre la vida del Yo, inmersa en un mundo en permanente vaivén y movimiento.
Los relatos se configuran, entonces, bajo el prisma de una peculiar estructura: sueño-realidad, tiempo-eternidad. ilusión-verdad, vida-muerte, que le da al espacio y a los personajes que se despliegan en el devenir y en el mito, una intensidad poco común.

13) Ley de causalidad. Se evidencia en varios cuentos un orden lógico, irrestricto, como si fuera una cadena, según el cual un determinado efecto (o consecuencia) exige cierta causa.
Según Borges, en la intrincada concatenación de causas y efectos, cada causa y cada efecto están condicionado por infinitas series de causas y efectos anteriores; si hubieran sido otras las series, las consecuencias de las causas y de los efectos variarían radicalmente.
Este mecanismo de correlaciones y mutuas influencias encuentra expresión explícita en el final del cuento "La otra muerte": "Hacia 1951 creeré haber fabricado un cuento fantástico y habré historiado un hecho real; también el inocente Virgilio, hará dos mil años, creyó anunciar el nacimiento de un hombre y vaticinaba el de Dios"(p. 575).

14) Papel del lector. Si el texto literario deja de aparecer como producto de un hombre, el papel del lector se dinamiza, ya que el receptor, a su vez, siempre puede reinterpretarlo, recrearlo, actualizarlo.
Cada lector reinventa un texto en el momento de lectura, según su sensibilidad, emociones, sentimientos, personalidad, cultura, inteligencia. El texto resulta, entonces, un espejo que hace que el hombre se reconozca a sí mismo, pues al recrear el texto literario, se está recreando a sí mismo, no al autor.

Tomado de http://entretextosborges.blogspot.com 

No hay comentarios:

Publicar un comentario